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“Hombres buenos” |
Sábado,
14 de marzo de 2015
Por
César Coca
UN LIBRO CADA SEMANA
El viaje de dos académicos a París para adquirir la 'Encyclopédie' es el vehículo para un debate de ideas en un momento de fin de una época
Arturo Pérez-Reverte acaba de publicar una novela que puede explicarse muy bien enunciando una contradicción: es la que menos responde a lo que el tópico de quien no lo tiene muy leído entiende que es la tendencia general de su obra y es a la vez la más cercana a una de las grandes preocupaciones, si no la mayor, de su autor. Si el tópico es que Pérez-Reverte es un escritor que basa sus textos en la aventura y la acción, con profusión de duelos y persecuciones, ya sean a caballo o en zodiac, ‘Hombres buenos’ es una novela que se sale por completo de ese patrón. Pero si nos atenemos a la continua aparición en sus textos –artículos y novelas– del debate entre la razón y los prejuicios, entre los hombres de ciencia y progreso y quienes defienden las tradiciones solo por el hecho de serlo, esta es la más ‘revertiana’ de sus novelas.
El argumento es sencillo: a finales del siglo XVIII, la Academia envía a dos de sus miembros a París con el objetivo de adquirir la ‘Encyclopédie’. Mientras preparaban el viaje, otros dos académicos se ponen de acuerdo para tratar de impedir que el viaje de sus compañeros se vea culminado por el éxito. Lo curioso es que uno de los saboteadores es lo que ahora llamaríamos de extrema derecha y el otro, de extrema izquierda. El primera no desea que las ideas renovadoras lleguen a España. El segundo teme que sean mal interpretadas.
Lo que cuenta la novela es el viaje y la posterior búsqueda en París de una colección completa de la magna obra, en su primera edición. Por supuesto, la sombra del mercenario contratado por los saboteadores está siempre tras los dos académicos.
Hay poca acción en el libro y lo que domina es el debate de las ideas. Uno de los académicos es el bibliotecario de la institución, un hombre afable, religioso y prudente, que teme que la Ilustración termine por causar no pocos males; el otro es un marino que dejó los mares hace tiempo para dedicarse a escribir sobre la técnica de la navegación. Ambos confrontan sus ideas y también lo hacen con los colegas franceses que se van encontrando, así como con otros personajes históricos, como el conde de Aranda.
Hablan del mundo que les ha tocado vivir, pero no es difícil hallar ecos de hoy mismo, y más concretamente de la España de nuestros días. En la lucha entre una época que se desploma y la nuevo que está a la espera, con sus incertidumbres, sus víctimas inocentes y no poca sangre inútil vertida en el tránsito, está la metáfora de este tiempo de confusión. No es difícil hallar similitudes entre la voz de don Pedro Zárate, el marino retirado que encarna el sentido del deber, el escepticismo a veces doloroso, la idea de lo que es honorable referida solo a uno mismo y su concepto de progreso, con la del autor.
Narra todo eso Pérez-Reverte y al tiempo cuenta cómo elaboró la novela, cómo se documentó y resolvió algunos problemas: lo mismo cuando tiene que imaginar un duelo que cuando calcula el tiempo necesario para ir de Bayona a París. No faltan las conversaciones con otros académicos de hoy y con especialistas en esa época histórica. Francisco Rico protagoniza una de las escenas más divertidas, sobre todo cuando se cruza una referencia a su aparición frecuente en las novelas de Javier Marías. Sin embargo, el lector no debe caer en la trampa de pensar que cuanto narra el autor en esas páginas es del todo real. De hecho, cuando habla de las novelas que ha publicado se refiere a ellas con títulos falsos, lo que da una pista de que las fronteras entre realidad y ficción no están nunca tan claras como puede parecer.